No me digas que me victimizo.
Mira… solamente mira mis ojos,
y verás mi suplicio.
No me mientas.
No digas que soy la víctima,
cuando tú, en el fondo,
no lo crees así.
No me pidas que me calme,
que baje dos rayas,
porque no entiendes
el dolor que cargo en el alma.
No me pidas que me tranquilice,
cuando tú fuiste el primero
en empujarme hacia las ruinas.
No puedes negarlo…
sabías mi historia.
No me pidas que me calle ya,
porque cuando te hablé,
te reíste de mí.
No me digas que no soy la víctima,
cuando tú conocías cada parte de mi historia.
No me digas,
no me digas que deje de hablar.
Porque aunque quieras callarme,
yo seguiré gritando…
hasta el más allá.
Y no me pidas que vaya hasta allá
solo para probarte que digo la verdad.
No me ruegues.
Ya no te creo.
Porque cuando supliqué tu creencia…
tú me diste la espalda.
No me pidas.
No me mires.
No me supliques.
Porque yo… ya dejé de mirarte.
No me digas que ahora me crees,
cuando al contarse la historia…
te hiciste a un lado.
No me digas, por favor,
que lo olvide ya.
Estoy harta de todos los demás.
No me digas que me calme,
porque en el suplicio más hondo…
nadie, absolutamente nadie,
me acompañó.








