Quizás lo que más temo
es ser señalada,
pero no sé cómo arrancar
estos recuerdos
que me tienen atrapada.
Vivo en un infierno
intentando olvidar,
pero ¿cómo hacerlo
si mi cuerpo lo vuelve a recordar?
Marcado como un tatuaje,
impregnado en mi piel,
como si el dolor
se negara a irse con él.
He tratado de callar mi mente,
de silenciar la culpa persistente,
pero no sé cómo dejar de oír
esa voz que me acusa
por haber dejado que ocurriera así.
Solo quiero un escape,
un rincón en paz,
romper las cadenas
que me atan al “quizás”.
Dejar atrás culpas
que nunca fueron mías,
dejar atrás noches
que no eran de mis días.
Sé que costará,
pero ya es momento de enfrentar:
no fue mi culpa lo que pasó,
fue lo que tuve que soportar.
La culpa no es de la víctima,
sino del victimario.
Y por eso,
juntaré mis grietas,
me alzaré de entre las sombras quietas.
Ya no cargaré el peso del silencio,
ni dejaré que el miedo decida mi tiempo.
Soy más que mis heridas,
más que el daño que dejaron.
Y aunque duela recordar,
volveré a la vida,
porque merezco sanar.

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