¿Cuántas veces imaginé pintar un mapa
con todos los colores del mundo?
Pero terminé haciéndolo
con mi propia sangre.
Tan profundo era el color
que no pude dejar de trazarlo,
pues su brillo,
aun doliente,
desbordaba esplendor.
El mapa fue tomando forma
sin perder su fulgor.
Disfrutaba pintarlo
en esas noches de soledad
donde mi alma se derramaba.
Sus líneas eran únicas,
dejaban marcas en mi piel...
pero valían la pena,
porque al fin logré pintar
mi propio mapa
con sangre.
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