Te di mi vida entera,
te di mis armas para que me protegieras,
pero lo que no sabía
es que esas mismas armas
las utilizarías en mi contra.
Fuiste un cobarde al atacarme sin piedad.
Me enseñaste que quien dice quererte
no siempre te va a cuidar,
que quien te odia
no siempre lo hará por siempre,
y que quien no te quiere…
a veces es quien más te cuida.
Tal vez me equivoqué al darte las armas.
Tal vez me equivoqué al confiarte mi vida.
Tal vez me equivoqué… en muchas cosas.
Pero no me equivoqué al ver
cómo me lastimabas,
cómo me herías sin piedad,
con cuchilladas invisibles
en lo más profundo de mi alma.
Tal vez nunca recuerde
todo el daño que me causaste,
pero me niego a volver
a sentir lo que sentí contigo.
Me niego a amar como te amé.
Aprendí —y lo aprendí de ti—
que el amor puede ser un arma,
un juego donde
a veces ganas…
pero muchas veces pierdes.
Y sí, me lastimaste.
Y sí, me heriste.
Tal vez fuiste un cobarde.
Tal vez, uno más del montón.
Qué ironía… yo te creí diferente.
Creí haber encontrado a un hombre
que valiera la pena.
Pero me equivoqué de persona.
No sé cómo explicar qué fue lo que más dolió…
No fue solo tu traición,
fue el tiempo que perdí amándote.
Tal vez sí…
tal vez te olvide.
Tal vez en un mes,
o en dos años.
Yo sé que lo haré.
Este mal sabor
se irá con el tiempo,
y con él…
una gran lección quedará.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario