Dame un momento para entender,
para respirar, para comprender.
Porque ahora solo veo esa silla vacía,
donde ya no estás, ni en noche ni en día.
Quisiera poder hablar contigo,
decirte lo que siento, ser testigo
de tu consuelo, de tu abrazo fiel,
pero sé que eso ya no puede ser.
Ya acabó esta linda etapa,
donde tú eras mi calma, mi mapa.
Mi confidente, mi fe sin medida,
el rincón seguro en esta herida.
Sé que dolerá,
porque tal vez me acostumbré tanto a tu presencia,
que ahora me duele tu ausencia.
Y tu ausencia pesa más cada día,
como un eco que vive en la melancolía.
Pero sé que es parte de crecer,
que hay cosas que debemos aprender.
Y aunque vivamos en distintos mundos,
tú siempre serás… mi vacío profundo.
Aún miro el techo,
y pregunto sin despecho:
¿por qué se terminó todo así?
¿por qué te alejaste… lejos de mí?
Y aunque la respuesta me parte,
sé que viniste solo a enseñarme
que algunos deben irse a brillar,
aunque a uno lo hagan llorar.
Y sí, me duele.
Me duele porque creí que no sería tan cruel,
que no cortarías el lazo tan rápido, tan fiel.
Pero lo hiciste, y aún arde en mi piel.
La gente tenía razón.
El mundo también tenía su versión:
tú eres un ser de luz, sin medida,
y yo… una sombra herida.
Te entiendo, y no te culpo,
sé que hay errores que empujo y multiplico.
Soy un botón que a veces no encaja,
una risa que a ratos se desgaja.
Pero, dime tú,
¿cómo explico lo que aún no asumo?
¿Cómo le explico a esa silla
que tu ausencia ahora brilla?
¿Cómo le digo que no volverás,
que ya no serás parte de este lugar?
¿Cómo aceptar que esta etapa se cerró,
que el eco de tu voz ya se apagó?
Sé que me duele… y quizás más que a ti,
porque tú ya seguiste sin mí.
Tú aprendiste a vivir tu verdad,
yo sigo aquí… aprendiendo a soportar.
Te conté mis traumas, mis heridas,
mis batallas no compartidas.
Y no, no creo que lo usaras en mi contra.
Fuiste la mejor… aunque te escondas.
Y sí, me dolió ver que esto acabara,
que la distancia al fin ganara.
Y si dijera que no, te mentiría,
porque aún me duele… la silla vacía.
Solo te pido, si acaso puedes,
si un día vuelves o lo recuerdes:
vuelve, por un momento, sin prisa,
y siéntate otra vez… en la silla que aún te avisa.